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septiembre 22, 2025En la vida emocional hay una metáfora muy potente: todos tenemos “ropa sucia”. Son esas heridas no resueltas, los traumas que arrastramos, las culpas que no hemos trabajado o los miedos que escondemos bajo una sonrisa.
«Tener ropa sucia es humano; lo que no es justo es esperar que otra persona venga a lavarla por nosotros».
Sin embargo, muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta. Buscamos parejas, amigos o incluso terapeutas a los que les cargamos nuestro dolor como si fueran responsables de solucionarlo todo. Queremos que nos salven. Y ese acto, aunque parezca un pedido de ayuda, es profundamente egoísta.
El deseo de ser salvado
El deseo de que alguien “lave nuestra ropa sucia” surge de la incapacidad de mirar de frente lo que duele. Nos cuesta enfrentar el desorden interno y preferimos que otro lo acomode.
Nos justificamos con frases como “si me quisiera, haría esto por mí” o “él/ella debería entenderme sin que yo lo explique”.
Pero el amor no significa cargar con lo que el otro no quiere hacerse cargo. El amor sana cuando se acompaña, no cuando se convierte en esclavitud emocional.
La carga para el otro
Cuando pedimos que alguien nos salve, lo que en realidad hacemos es darle la responsabilidad de sostener nuestras batallas internas. Esa persona, que también tiene su ropa sucia, termina agotada, cargando con culpas y responsabilidades que no le corresponden.
Con el tiempo, la relación se desequilibra: uno vive como víctima que necesita rescate, y el otro como salvador que nunca puede descansar. Es un vínculo asfixiante, destinado a romperse si no se transforma.
Hacernos cargo: el verdadero acto de amor
La única manera de crecer es hacernos responsables de nuestra propia ropa sucia. Eso implica reconocer heridas, pedir ayuda de manera consciente (no exigirla), y trabajar en nosotros mismos.
«La terapia, la reflexión personal, el diálogo sincero… son formas de lavar lo que ensucia el alma».
Cuando te haces cargo de tu limpieza interna, ya no necesitas un salvador. Necesitas un compañero, alguien con quien compartir, no alguien que cargue con lo que tú no quieres mirar. Y esa es la base de un amor sano y libre.
Todos tenemos ropa sucia. La diferencia está en si decidimos lavarla nosotros mismos o pretendemos que alguien más lo haga. El primer camino es responsabilidad; el segundo, egoísmo. Y solo quien se hace cargo de sí mismo puede construir vínculos auténticos y duraderos.
Equilibrio Mental Health, equilibrando emociones.
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