
Migrar y trabajar: cuando reinventarte también es sobrevivir
mayo 5, 2025La maternidad es uno de los vínculos más intensos, complejos y transformadores que puede atravesar una persona. Pero también es, con frecuencia, uno de los más malinterpretados.
En un extremo, está el discurso que romantiza la maternidad, hasta convertirla en un cuento de hadas: “el amor más puro”, “el instinto natural”, “la mujer realizada”.
En el otro extremo, se encuentra una visión dura, dolorosa y solitaria: la maternidad como pérdida de libertad, como carga emocional, como cárcel silenciosa.
Ambas narrativas existen. Y ambas son incompletas.
La maternidad no necesita ni idealización ni condena. Necesita realismo, comprensión y espacio para la complejidad.
Porque hay días en los que se ama con una intensidad abrumadora, y otros en los que una madre se pregunta en voz baja si podrá seguir sosteniéndolo todo.
Porque hay ternura, sí, pero también cansancio, culpa, sobrecarga mental, y a veces, una profunda sensación de soledad.
¿Por qué no debemos romantizar la maternidad?
Porque idealizarla genera exigencias imposibles. Se espera que una madre lo disfrute todo, que esté siempre disponible, que no se queje, que encuentre sentido en cada sacrificio.
Esta narrativa niega el derecho al malestar, a la ambivalencia, al agotamiento. Y cuando una madre no encaja en esa postal perfecta, se siente rota, inadecuada, como si estuviera fallando.
¿Y por qué tampoco debemos satanizarla?
Porque caer en el relato opuesto —la maternidad como puro desgaste y renuncia— también empobrece la experiencia. Desconoce los momentos de conexión auténtica, las pequeñas alegrías, la oportunidad de crecer junto con el hijo o hija.
Puede generar miedo en quienes aún no han transitado la experiencia, o culpa en quienes sí la viven con deseo y plenitud.
«Ni todas las maternidades son dolorosas, ni todas son sublimes. Y eso también hay que poder decirlo».
¿Entonces, cómo vivir una maternidad en equilibrio?
No hay receta única, pero sí algunas claves que ayudan a sostenerse emocionalmente en este camino:
- 1. Reconocer la ambivalencia como parte del proceso
Se puede amar profundamente y desear un descanso. Se puede cuidar con ternura y, al mismo tiempo, extrañar la vida que se tenía antes. Nada de eso te hace menos madre.
- 2. Sostener redes de apoyo
La maternidad en soledad duele más. No fuimos hechas para criar aisladas. Buscar y construir tribu —amigos, pareja, familia, espacios terapéuticos— es vital para compartir la carga emocional.
- 3. Cuidar el yo que existe más allá del rol materno
No dejarse absorber por completo. Seguir siendo persona, profesional, amiga, mujer. Dar lugar a los propios intereses, aunque sea en pequeñas dosis.
- 4. Poner límites sin culpa
Establecer espacios personales, tiempos de descanso, formas de autocuidado. Porque una madre agotada no puede ofrecer lo mejor de sí.
- 5. Pedir ayuda sin vergüenza
No hay medalla por hacer todo sola. Pedir ayuda no es signo de debilidad, es un acto de sabiduría emocional.
- 6. Desromantizar no significa rechazar
Puedes amar ser madre sin romantizar la maternidad. Puedes cuidar con todo tu corazón sin dejar de reconocer que es un trabajo exigente.
La maternidad no necesita ser defendida ni atacada. Necesita ser comprendida. Nombrar lo que duele, lo que agota, lo que transforma. Validar lo que alegra, lo que conecta, lo que enseña.
Y sobre todo, permitir que cada mujer viva su maternidad desde su verdad, sin exigencias impuestas ni juicios ajenos.
Porque solo cuando dejamos de perseguir ideales imposibles, podemos empezar a vivir con libertad lo que de verdad estamos sintiendo.
Equilibrio Mental Health, equilibrando emociones.
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