
“No conozco a mi pareja”: cuando el vínculo pierde profundidad
julio 22, 2025
Sobreanalizar el dating: cuando el miedo no nos deja conocer a nadie
septiembre 1, 2025Muchas veces creemos que nuestros malestares físicos aparecen de manera aislada, como si fueran simples accidentes de la biología. Sin embargo, el cuerpo rara vez miente.
Muy a menudo, detrás de un dolor recurrente, una contractura, una gastritis o un insomnio persistente, se esconde algo más profundo: aquello que no estamos atendiendo en nuestra vida emocional.
«La somatización es, en esencia, el lenguaje del cuerpo cuando la mente y las emociones no encuentran un canal para expresarse».
Es la forma en que lo no dicho, lo reprimido o lo ignorado encuentra salida a través de síntomas físicos. El estrés, las preocupaciones permanentes, los miedos no resueltos, las heridas del pasado o incluso la exigencia constante hacia nosotros mismos, terminan acumulándose hasta que el cuerpo, agotado, se convierte en portavoz de lo que no nos animamos a reconocer.
Un dolor de cabeza que vuelve cada semana puede ser más que cansancio: puede ser la señal de una tensión que llevamos tiempo cargando sin resolver.
Los problemas digestivos crónicos no siempre provienen solo de la alimentación, muchas veces reflejan emociones que no “digerimos” bien.
La rigidez en la espalda o los hombros puede mostrar la carga de responsabilidades que asumimos sin cuestionar. Y así, cada parte del cuerpo encuentra su manera de recordarnos lo que intentamos silenciar.
El estrés, cuando no se maneja, no es solo una sensación pasajera de nerviosismo: es una respuesta física completa que altera hormonas, acelera el ritmo cardíaco, tensa los músculos y debilita el sistema inmunológico.
«Vivir bajo estrés continuo es vivir en alerta, como si siempre estuviéramos preparándonos para una amenaza. Esa alerta sostenida nos desgasta y abre la puerta a la somatización».
Lo que no trabajamos en nosotros mismos —esas emociones que dejamos guardadas en un cajón interno— no desaparece. Se transforma, se enmascara y, tarde o temprano, encuentra salida.
Lo que no hablamos, lo que no lloramos, lo que no perdonamos, lo que no aceptamos, busca expresarse a través del cuerpo, que es el último lugar donde podemos seguir ignorando lo evidente.
Atender la somatización no significa únicamente tratar el síntoma físico (aunque siempre es importante cuidarlo), sino aprender a escuchar lo que ese síntoma quiere decirnos.
Muchas veces el primer paso es preguntarnos:
- ¿Qué estoy callando?
- ¿Qué no quiero mirar de mi vida?
- ¿Qué situación estoy soportando con el cuerpo que no me permito confrontar con palabras?
El proceso de sanar empieza por darle lugar a la escucha interna.
Reconocer que lo que sentimos es válido, que lo que duele necesita ser atendido, y que no siempre podemos hacerlo solos. Terapia, espacios de autocuidado, conversaciones honestas con nosotros mismos y con quienes nos rodean, son caminos para evitar que la carga termine por rompernos.
«La somatización es un recordatorio de que cuerpo y mente no son entidades separadas: son parte de un mismo todo».
Lo que dejamos pendiente en nuestra vida emocional, lo arrastra nuestro cuerpo. Y lo que cuidamos en nuestro interior, lo agradece nuestra salud.
Aprender a trabajar lo no resuelto en nosotros mismos es, en última instancia, un acto de amor propio. Porque escuchar al cuerpo es escucharnos completos, y sanar lo que llevamos dentro es darle descanso a la única casa que habitaremos siempre: nosotros mismos.
Equilibrio Mental Health, equilibrando emociones.
equilibriomentalhealth@gmail.com